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Introducción.
Las comunidades indígenas a-
mazónicas han iniciado un proceso de
formulación de sus planes de vida y
planes territoriales, y en estos instru-
mentos de planificación se identifica
como un componente estratégico al
manejo de la fauna silvestre (Ro-
dríguez y van der Hammen, 2003),
tomando en cuenta que la cacería al
ser una de las principales formas de
subsistencia para los pueblos indíge-
nas, es también una de las causas para
la reducción de la fauna silvestre
(Zapata, 2001). Particularmente, cier-
tos mamíferos ungulados como el ta-
pir amazónico, los pecaríes y venados
son especies que tradicionalmente re-
gistran un alto valor cinegético para
las comunidades indígenas amazóni-
cas (Bodmer et al., 2000; Siren et al.,
2000; Aquino y Calle, 2003).
Además, en la Amazonía
ecuatoriana, durante las últimas déca-
das se han reducido significativamen-
te los hábitats naturales y el tamaño de
las poblaciones de fauna silvestre por
la fragmentación del bosque, la colo-
nización y el tráfico de especies, razo-
nes por las que resulta indispensable
formular acciones para garantizar la
conservación de la fauna a largo plazo
sustentadas en nuevas investigaciones
(Zapata-Ríos et al., 2006).
Ante estas amenazas actuales
sobre la biodiversidad faunística, los
territorios indígenas titulados juegan
un importante papel en la conserva-
ción de la biodiversidad cuando la
toma de decisiones de manejo de la
vida silvestre se sustenta en la combi-
nación del conocimiento indígena y el
conocimiento exógeno. Esta combi-
nación de visiones y saberes podría
ayudar a prevenir la pérdida de hábi-
tats y especies vinculando directa-
mente a los cazadores locales en la
conservación participativa del recurso
fauna (Towsend, 2003). En este con-
texto, aparece la etnozoología como
una ciencia emergente que investiga
aspectos biológicos y culturales de la
fauna y sus usos, incluyendo técnicas
de caza, cosecha o crianza y su impac-
to sobre las poblaciones animales así
como las prácticas de cosecha, mane-
jo y conservación de los recursos fau-
nísticos desde la visión de los usuarios
locales (Santos Fita et al., 2009a). De
este modo, la etnozoología, al dedi-
carse al estudio de cómo los seres hu-
manos integran conocimiento y prácti-
ca con relación a los animales se
convierte en un campo de investiga-
ción favorable para la búsqueda de
alternativas de conservación de la fau-
na silvestre (Santos Fita et al., 2009b).
Para los habitantes del Pueblo
Quichua de Curaray, la fauna silvestre
amazónica es aún un elemento clave
de su vida por su importancia alimen-
ticia, ecológica y cultural (Reeve,
2002). Por esta razón, en el año 2009,
las familias de Curaray iniciaron un
proceso participativo de ordenamien-
to territorial intercomunitario y ma-
nejo más sostenible de la fauna silves-
tre sustentados en su propia visión de
vida y conocimientos. Para ello se
planteó la realización de un estudio
etnozoológico para investigar el es-
tado de conservación de los mamífe-
ros ungulados locales, sus usos desde
el conocimiento quichua y las prefe-
rencias cinegéticas de los cazadores
quichua sobre estas especies para pro-
poner alternativas para su conserva-
ción desde la visión del Sumac Causai
o Buen Vivir.
Material y métodos
El área de estudio está circuns-
crita al Territorio del Pueblo Ances-
tral Quichua de Curaray con una
superficie de 240.000 hectáreas loca-
lizadas en la cuenca media del río
Curaray, en la provincia de Pastaza,
Ecuador entre las siguientes coorde-
nadas geográficas:
1°26´47”S y 77°9´25”W y 1°37´40”S
y 76°26´17”W (Figura 1). De acuerdo
a la clasificación de la vegetación pro-
puesta por Sierra (1999), en este terri-
torio predomina el bosque siempre
verde de tierras bajas, seguido del
bosque inundable de palmas de tierras
bajas y el bosque inundable por aguas
negras. Por su zoogeografía, todo el
territorio pertenece al Piso Tropical
Oriental (Albuja et al., 1980). La
altura media de la zona es de 250
m.s.n.m. y su temperatura de 25 gra-
dos centígrados.
Etnográficamente, las familias
de la zona se auto-identifican como
Curaray Runa, siendo representantes
actuales de una población multiétnica
conformada por lazos de matrimonio
entre personas de los grupos étnicos
Záparos, Canelos y Quichua del Napo
(Reeve, 2002). Las principales activi-
dades de vida familiar en la zona son la
pesca, caza, agricultura y recolección
de productos del bosque (Vacacela,
2007). Según el uso actual del suelo,
aproximadamente un 90% del territo-
rio está aún cubierto por bosques
primarios bien conservados, mientras
que únicamente en los alrededores de
los asentamientos quichua existen
bosques secundarios, cultivos agríco-
las y zonas despejadas correspondien-
tes a infraestructura comunitaria.
Figura 1. Área de estudio. Territorio Quichua de Curaray, provincia de Pastaza.
Para determinar la riqueza de
especies de mamíferos ungulados de
caza se realizaron censos utilizando el
método de transectos lineales (Marsh,
2004; Aquino, 2005; Aquino et al.,
2007; Sánchez y Vásquez, 2007).
Este método ha sido usado en
otros estudios faunísticos al interior
del Territorio Quichua de Pastaza por
ajustarse más adecuadamente a la
dinámica natural de los cazadores
quichua (Vacacela et al., 2005). Al
interior del territorio quichua de Cura-
ray se realizaron 38 transectos de 5
km de distancia cada uno entre octu-
bre y noviembre del 2009, sobre los
sacha purina ñambi (senderos o picas
de caza) de uso habitual de los caza-
dores locales. Todos los transectos se
iniciaron generalmente a orillas del río
principal (Curaray o Villano) y de ahí
partieron en dirección perpendicular
desde el río hacia los bosques colina-
dos atravesando bosques riparios,
moretales y principalmente llanuras de
tierra firme. Cada transecto fue reco-
rrido por dos personas (un cazador
conocedor del área y un encargado del
registro de datos) a partir de las 6:00 a
una velocidad media de 1,5 Km / h. Se
registraron datos de localización geo-
gráfica de inicio y fin del transecto, la
vegetación predominante, los usos hu-
manos actuales del sitio, aspectos cli-
máticos del día y el número y especie
de los animales observados directa-
mente o de sus rastros o signos indi-
rectos dejados, con énfasis en ungula-
dos: huellas, excrementos, dormideros
o bañaderos frescos.
Para caracterizar los usos de
los ungulados locales, a partir de los
registros diarios de campo de los tran-
sectos inventariados, se elaboró una
lista corta de las especies registradas.
Luego, con la participación de un
grupo focal de trabajo constituido por
varios cazadores quichua (n=12) se
registraron todos los posibles usos de
cada especie que los miembros del
grupo focal citaban. En talleres orga-
nizados con cada una de las comuni-
dades se confirmaba y ampliaba la
información sobre los diferentes usos
reportados de los mamíferos locales.
Para documentar las preferen-
cias de caza durante el verano en la
zona se solicitó la participación vo-
luntaria de los cazadores de las comu-
nidades quichua de diferentes rangos
de edad para levantar un registro
temporal mensual de sus actividades
cinegéticas (Rubio et al.,2000). Se
aplicó una encuesta considerando una
muestra del 30% del número total de
familias existentes en el área. Los
datos tomados en el registro mensual
de eventos de caza fueron los siguien-
tes: especie de animal cazado, horario,
instrumento, procedimiento, lugar de
caza así como el número de animales
muertos en cada cacería efectuada
durante septiembre del 2009 por cada
cazador encuestado. Toda la informa-
ción de la encuesta fue categorizada y
codificada, para luego ser agrupada en
un modelo de banco simple de datos
conforme recomiendan Fernandes-
Pinto y Krüger (2000).
Adicionalmente se utilizaron
como metodologías complementarias
de esta investigación etnozoológica a
la observación participante, excursio-
nes guiadas y la documentación de
historias orales (Rodrigues, 2009).
Al final de la fase de campo, se
organizaron talleres en cada comuni-
dad con la participación de las fami-
lias quichua para identificar participa-
tivamente alternativas para la conser-
vación de los mamíferos locales.
Resultados
En el Territorio del Pueblo
Ancestral Quichua de Curaray desde
el seis de octubre al 17 de noviembre
del 2009 fueron recorridos 195 km de
transectos, aprovechando las sendas
abiertas por los cazadores locales, con
el propósito de registrar mamíferos
ungulados de caza.
En total fueron recorridos 30
km de bosques riparios, 10 km de bos-
ques de palmas de morete Mauritia
flexuosa L.f., 90 km de bosque de
llanura de tierra firme y 65 km de bos-
que de colina de tierra firme en nueve
localidades elegidas en consenso por
las familias quichua.
Se registraron cuatro especies
de mamíferos ungulados de caza: el
tapir amazónico o sacha huagra Tapi-
rus terrestris L., el pecarí de labios
blancos o huangana Tayassu pecari
Link, el pecarí de collar o lumucuchi
Pecari tajacu L. y el venado rojo o ta-
ruga Mazama americana Erxleben. El
tapir y el pecarí de collar fueron los
ungulados más frecuentemente regis-
trados durante el estudio. Para Tapirus
terrestris, de 25 registros realizados ú-
nicamente uno fue por observación
directa de un ejemplar adulto mientras
que los restantes 24 registros indirec-
tos usualmente fueron huellas frescas
de individuos adultos, jóvenes o de un
adulto con cría en sitios relativamente
cercanos a esteros y pantanales. Para
Pecari tajacu se logró un registro di-
recto y 21 registros indirectos (hue-
llas, hozados, raspados, olor y excre-
mentos frescos). Para Tayassu pecari
solamente se hicieron 14 registros in-
directos consistentes en huellas fres-
cas de manadas, hozados y un dormi-
dero usado en la noche anterior. Mien-
tras que para Mazama americana se
realizó un registro directo de un ani-
mal adulto observado y cuatro regis-
tros indirectos consistentes en huellas
frescas de adultos o de un adulto con
su cría.
Los usos registrados para sa-
cha huagra T. terrestris desde el cono-
cimiento quichua incluyeron las cate-
gorías de alimento, medicina, artesa-
nal, ritual y como animal de compa-
ñía. Su carne sirve como alimento a
las familias. La ingesta del polvo de
sus uñas diluido en agua tibia alivia
problemas cardíacos. El cuero es usa-
do como forro para tambores. El azote
con los genitales y pene de un tapir
recién cazado a los niños les transfiere
el poder de buenos caminantes y
corredores.
Además se capturan ocasional-
mente crías de tapir que se mantienen
como mascotas en las comunidades hasta
su adultez y luego retornan a la selva.
Los pecaríes Tayassu pecari y
Pecari tajacu registraron usos inclui-
dos en las categorías de alimento,
artesanía, ritual y como animales de
compañía. La carne de ambas especies
es muy apetecida dentro de la culina-
ria quichua. Con sus cueros se forran
tambores y de sus colmillos se tallan
colgantes para collares. Del pecari de
collar específicamente se usa una
porción del fémur de su pata trasera
derecha para confeccionar las boqui-
llas de las cerbatanas. Los pecaríes
también registraron un uso ritual simi-
lar al del tapir, al emplearse sus órga-
nos genitales para azotar a los niños
como una forma de transferencia del
poder de buenos caminantes y corre-
dores. Así mismo, si eventualmente se
capturan crías pequeñas durante las
cacerías, estas son criadas como mas-
cotas hasta su adultez en las viviendas
quichua.
La taruga Mazama americana
y el ushpitu M. nemorivaga Cuvier
registraron categorías de uso como
alimento, etnomedicina y ritual. Am-
bas especies se cazan muy eventual-
mente por su carne que es poco apete-
cida por su alto contenido de grasa.
Desde la etnomedicina quichua se
ingiere el polvo de sus cuernos con
agua aromática como acelerante del
parto en una mujer ges- tante. Estas
dos especies de venados locales tam-
bién registraron el mismo uso ritual
reportado para los pecaríes.
La evaluación preliminar rea-
lizada acerca de las preferencias cine-
géticas de los cazadores quichua sobre
los mamíferos locales durante la épo-
ca de verano se sustentó en la encuesta
a 35 cazadores cuyo rango de edad
fluctuó entre 18 y 85 años. Las
encuestas aplicadas permitieron esta-
blecer que un total de 207 mamíferos
de 18 especies fueron abatidos duran-
te el mes de septiembre del 2009
dentro del Territorio Quichua del
Curaray, de los cuales un total de 57
individuos cazados (27,53%) pertene-
cieron a cinco especies de ungulados
(27,7%). Todas las especies de mamí-
feros y el número de individuos caza-
dos por especie ordenados de mayor a
menor frecuencia de caza se presentan
en la Tabla 1.